Un Corazón de Oro

Hace unos días, mi hijo de 6 años, Kael bajó de su cuarto con esta notita en su mano. Y mientras yo lavaba los platos y terminaba de mandar unos emails de trabajo, se acercó y tocó mi espalda para captar mi atención. Inmediatamente dejé lo que estaba haciendo, voltee y me dijo con una sonrisa: "Esto es para ti, Mami". 

En sus bellos ojitos, yo tengo un CORAZON DE ORO. Si el supiera lo que esas palabras significan para mi, de saber que eso es lo que EL PIENSA DE MI, de su mamá... que tengo un corazón de oro!!
Lo abracé con todas mis fuerzas y rompí en llanto. De felicidad. De plenitud. De saber que todo ha valido la pena. Todo. 

Hace algún tiempo, yo no era esa mamá. La mamá con "el corazón de oro". No era una mala mamá, solo una mamá ocupada, cansada, estresada, distraída, sin paciencia.

Cuando me convertí en mamá de dos, el enemigo intentó engañarme haciéndome creer que no podía sola, que necesitaba ayuda para hacer todo lo que tenía que hacer: las tareas de la casa, los niños, ser esposa, manejar un negocio, trabajar. Que era imposible ser exitosa en mi profesión si no delegaba algunas de mis "obligaciones".

Aunque me sentía inmensamente feliz de tener una nueva pequeñita en nuestro hogar, una parte de mi también se sentía frustrada y desesperada por no poder hacer todo lo que normalmente hacía libremente. Antes era tan fácil hacer cosas cotidianas como: salir a pasear, de compras, a un "date" con mi esposo. Antes no tenía que planear toda una logística para poder atender a una clienta, o hacer una sesión de fotos. Antes era fácil y divertido manejar mi negocio. Antes no era difícil encontrar el tiempo para compartir con mi esposo. Y las tareas de la casa no eran tan difíciles. No había tanta ropa que doblar, ni platos que lavar, ni juguetes que recoger. 
Ahora mi día se resumía en levantarme de madrugada a cambiar pañales, hacer comidas que nadie se comía, limpiar una casa que a los pocos minutos parecía un campo de batalla, escuchar caricaturas y convivir todo el día con dos criaturitas que necesitaban mi atención cada minuto del día.

Por supuesto que había momentos en que me sentía tan llena y tan plena de vivir un sueño hecho realidad: mi familia completa, mi casa propia, mi negocio, que más puedo pedir? Pero había otros en que todos esos pensamientos volvían a mi mente: "Tu no puedes sola, no eres suficiente, no te das a basto", "Deberías de estar haciendo algo más importante que estar cambiando pañales. Aquí nadie valora tu trabajo", "Te estas acabado, podrías estar brillando allá afuera".
Si eres mamá (no importa si tienes recién nacidos, pequeñitos o ya grandes), se que has escuchado esas voces alguna vez, tal ves las escuchas seguido, tal ves constantemente...
CUIDADO. Es un engaño, es una mentira. NO CAIGAS. Si no actúas ahora, esas voces te van acompañar toda la vida. Y te vas a convertir en una mamá cansada y amargada.

A mi me costo muchas lágrimas y mucho dolor entender que nada, absolutamente NADA, es más importante que mis hijos. En medio de una crisis, que pensé que no sobreviviría, Dios me recordó que: SOY SUFICIENTE. Que "todo lo puedo en EL, que me fortalece", que "El renueva mis fuerzas como las águilas" y que "Los hijos son herencia de Dios y los frutos del vientre son una recompensa". Increíble como con el paso del tiempo, agradeces los tiempos difíciles porque siempre traen algo inmensamente bueno consigo.
Entendí que ser mamá, ser esposa y manejar el hogar no es una obligación; ES UN PRIVILEGIO. Y que si quiero ser una exitosa empresaria también, PUEDO SERLO! No necesito y NO QUIERO delegarle nada a nadie mas. YO SOY SUFICIENTE. Dios me dio la capacidad, la inteligencia, la paciencia, las fuerzas y el amor para hacerlo. No solo soy suficiente, Soy MAS que suficiente.

Todo esto suena como si lo hiciera todo yo sola y no es así. Tengo que admitir que tengo ahora un excelente compañero de vida, un esposo que apoya en todo en la casa y fuera de ella, que está siempre presente, que me apoya y me impulsa. Pero por un tiempo el también se encontró perdido, engañado y luchando con esas voces. Y entonces mis fuerzas vinieron de en quien siempre debí recargarme: Mi Dios.

Esta notita de mi hijo significo TODO para mi. No hay felicidad mas grande, ni satisfacción mayor que cosechar los frutos de lo sembrado. Kael y Kiara tienen una NUEVA MAMA. Una mamá sonriente, paciente, una mamá que rara vez grita, una mamá divertida, una mamá agradecida de tenerlos!
Soy mamá! SOY MAMA! No solo de uno, sino de DOS!! Te has puesto a pensar en eso, mamá? Tus pequeñitos son tuyos, de nadie más! Te llaman mamá, te aman, te abrazan. Dime, qué otra cosa se compara con eso? Dime, qué otra cosa vale más la pena que eso?

No soy perfecta, sigo fallando. Soy muy dura conmigo misma. Me exijo constantemente a ser mejor y tengo que recordar todo el tiempo que soy humana. Creo que eso es SER MAMA. Sé que me entiendes. Sé que en las noches cuando acuestas a tus pequeños, te dices a ti misma: "Mañana será mejor, mañana me esforzaré más, mañana tendré mas paciencia". Así me sentía yo. Cada noche. Todas las noches: Culpable. Ya no. Nunca más! Nunca más permitiré que el enemigo me robe la felicidad y el privilegio de ser mamá. No permitas que nada ni nadie te lo robe a ti tampoco. Ni un día más! Ni una noche más!

Que el mundo ruede.

Nada roba mi paz, porque mis hijos merecen una mamá segura que les enseñe a confiar. Nada roba mi felicidad, porque mis hijos merecen una mamá que les enseñe a sonreír sin importar que lo que venga. Nada es mas importante que mi tiempo con mi familia, porque cuando esta vida termina, nadie se arrepiente de no haber tenido más, hecho mas, o viajado más, sino de NO haber estado más presente, de no haber disfrutado la compañía de sus seres queridos. Y para mis hijos y mi familia, aquí estoy presente. SIEMPRE. Todo lo demás puede esperar. Mi cansancio puede esperar, mi malhumor puede esperar. Ellos merecen la mejor versión de mí misma.
Ellos tienen una nueva mamá, ésta les gusta más y me gusta más a mí... y qué bueno, porque la vieja mamá JAMAS regresará.